Y estando en Les Cabanes als arbres recibí una llamada. Era del hospital. Me llamaba mi jefa para proponerme un proyecto. La idea era que querían informatizar la UCI y habían pensado en mí para ser la encargada del proyecto, iba a cambiar de horario, trabajaría en el turno de día. Mi jefa me dijo que me lo pensara. Al principio vacilé, pues tenía que dejar mis clases de Shiatsu que eran por la mañana, pero después de valorarlo, pensar en mi situación, mi salud y hablarlo con Iván, decidí hacerlo.
La vida dió un giro impresionante, dormir todas las noches en casa era lo que necesitaba. También descargarme de la presión de mi trabajo asistencial me liberó. Empecé a dormir todas las noches enteras, se notó en mi carácter, en mi alegría y en mi vida de pareja.
Al pasar las noches juntos, mi marido empezó a estar más tranquilo y volvió a tener inquietudes. Como siempre fue mi conejillo de indias cuando practicaba masajes, le picó el gusanillo y me dijo que quería hacer un curso de quiromasaje. Por supuesto lo animé. Por fin empezaba a salir del círculo vicioso en el que estaba inmerso y el curso le gustó tanto que decidió empezar la carrera de Fisioterapia.
Ahora pienso en ese proyecto como un regalo que me ofreció el Universo. Por supuesto el inicio de fisioterapia en una Universidad privada hizo que tuviéramos que sacrificar algunas cosas. Vendimos uno de los dos coches, la moto, la bici de carretera... Pero quien algo quiere, algo le cuesta.
Resultó que Iván estaba tan motivadísimo que fue sacando varias matrículas de honor. Empezó a trabajar de becario en la Universidad y también en un restaurante de comida rápida, íbamos un pelín más desahogados.
Mi proyecto iba y venía, es decir, que los meses que lo parábamos volvía a mi turno y los otros estaba inmersa en la informatización.
A lo tonto pasaron dos años, estuvimos hablando sobre el futuro y decidimos intentar quedarnos embarazados. Yo ya tenía 34 años y mis períodos muy irregulares, pensé que me costaría quedarme embarazada...