martes, 17 de marzo de 2015

Me compré un piso

Empecé a buscar piso. Mis padres siempre han sido muy tradicionales en éste aspecto y me dijeron que irme de alquiler sería tirar el dinero, debía comprarme un piso. Me convencieron y en Abril del 2009, me lo compré.
Diréis ¿y te concedieron la hipoteca a ti sola? En esa época las condiciones hipotecarias eran muy duras y la concesión de hipotecas había disminuido considerablemente con la crisis. Me  concedieron la hipoteca después de mucha negociación, con fuertes condiciones y aval por parte de mis padres. Eso si, es un contrato blindado, lo demás son tonterías, eso es (desde aquí lo digo), una esclavitud para toda la vida. Os aseguro que si consigo mudarme algún día, no me compraré ninguna propiedad, a menos que tenga tanto dinero que la pueda pagar de golpe.

Pero ¿si pudiera volver al pasado compraría el piso en el que actualmente vivo? Creo que si. Gracias a mi piso, conocí a mi marido, sino lo hubiera comprado quizás no lo habría conocido o ¿lo habría conocido igualmente pero en otra situación? Quien sabe...
Estuve viendo unos cuantos pisos, pero desde que construyeron mi piso actual (en ese momento hacía un año o dos) siempre que pasaba por delante lo miraba y remiraba. Finalmente, mi decisión fue tomada. Y me encapriché de ese piso. Dos habitaciones, un baño, cocina-office, trastero, parking y... La joya del piso, la terraza de 20 metros. El piso en si, pues pequeño, 45 m. Pero la terraza le daba vida. Y con la de desengaños amorosos que había tenido, pensé que iba a ser soltera de por vida, total, ¿para qué necesitaba algo más grande? Y si algún día lo necesitaba me iría de alquiler a un piso más grande...

Recuerdo el día de la firma del piso... Esa sala, con el notario, la gente del banco y mis padres. Leyendo la escritura. Mi mente estaba loca ¿Estoy haciendo lo correcto? Ai, ai... Un acojone brutal. Pero... firmé.
Así que, ese mismo día, me fui de la casita.
Recuerdo (con un poco de nostalgía) estar esperando a mi hermano con su furgoneta de la pastelería para poder llevar mi cama. Sinceramente, me dió pena irme, pero estaba demasíado emocionada y quería pasar la noche en mi piso como fuera.
Así que, con solo una cama, una mesa, un plegatín (que hacía de sofa) y una nevera, pasé mi primera noche.

Ni siquiera había agua caliente en toda la comunidad, tuvimos un problema con el gas y estuvimos unos cuantos meses sin agua caliente. Me calentaba cazos de agua en el fuego, lo ponía en un cubo y así me duchaba. Sino, me duchaba en el gimnasio y sino, en el hospital.
Esos primeros meses, fueron de adaptación y de cambio.
Me volví más hogareña, no tenía tantas ganas de salir de fiesta. Salía mucho menos y prefería estar en casa tranquila a ir a una discoteca. Seguía yendo a conciertos (siempre he sido más de conciertos que de discotecas), pero no tantos. Se estaba tan a gustito en casa. Si iba a sitios donde había mucha gente me agobiaba, empecé a preferir la calma, quedar para cenar, tomar algo e ir a dormir. No me apetecían las fiestas hasta las 8 am. Empecé a quedar con un chico, pero no cuajó, confundimos la amistad con otras cosas.

Y creo que fue en esos tiempos cuando, sin saberlo, me fui preparando para mi futuro.