domingo, 7 de junio de 2015

Nuestra vida juntos


Mi vida con Iván transcurría con calma y mucho amor. Nos entendíamos a la perfección. Si bien es cierto que somos muy distintos, nos adaptamos el uno al otro rápidamente.

Nuestra vida era sencilla. Trabajar, estudiar (por entonces yo estudiaba terapias alternativas). Ir en bici, en el caso de Iván. Ir a bailar en mi caso. Él me venía a ver en mis actuaciones, yo lo iba a ver en sus competiciones. Algunos días, de vez en cuando, nos íbamos a la montaña. A Puigcerdà, nos gusta mucho el Hotel Villa Paulita y aunque es un pelín caro, de vez en cuando apetece un capricho... A Andorra. Otros a la playa, Tarragona. Y con eso, teníamos suficiente.

Cuando vamos a la montaña, caminamos o él aprovechaa para hacer un super entreno. Recuerdo un día, temprano por la mañana que me dijo “podríamos ir hoy a Andorra”. Los dos teníamos unas profesiones con horarios bastante distintos a la población normal, cada tres semanas de trabajo, coincidíamos en una de fiesta. Así que era habitual irnos entre semana.  Ese día le dije “venga, vamos” y me dijo “vale, yo me voy tirando en bici y tu vas en coche, nos vemos allí”. Me quedé con cara de tonta, iba en serio, me preocupé mucho ¿cómo iba a ir en bici a Andorra? ¿y si le pasaba algo?
En fin, él se fue temprano y yo me fui después de comer. Nos encontramos en Andorra a las 19h de la tarde. Estaba sano y salvo, agotado, pero sano y salvo. Nos quedamos en un hotel y pasamos un par de días allí.


Cuando vamos a la playa, vamos a la que yo denomino “mi playa” en Creixell. Me he criado allí y no concibo pasar mucho tiempo sin acercarme a ver la Costa Daurada. Él no es mucho de playa, pero como sabe que adoro esa zona, vamos y pasamos algunos días. Uno de nuestros primeros veranos juntos, en pleno mes de julio no hacía  calor. Recuerdo que fue el verano que más rasca he pasado en mi vida. Iván quiso aprender a pescar e íbamos por la tarde-noche a la playa. Pescar, poco, pero pescamos. Él contento por intentarlo, yo muerta de frío, pero cenábamos en la playa y era realmente bonito…


Por casa, nos acostumbramos a la manías del otro e incluso, ¡las multiplicamos! Por ejemplo, tender la ropa no es una gran ciencia. Yo nunca había tenido preferencias en colgar la ropa con unas pinzas determinadas. En cambio, él si colgaba una camiseta, las dos pinzas tenían que ser iguales o del mismo color. A mi al principio me resultaba chocante, porqué nunca había tenido semejante manía, pero para mantener la calma, me adapté. De hecho, me adapté tanto que incluso le superé. Él ahora dice que ha creado un monstruo, pues intento que toda la hilera tenga el mismo color de pinzas…

….
Un día Apolo no despertó…Había muerto y nos dio mucha pena a los dos. A mi, porqué había sido mi compañero prácticamente desde que me fui a vivir al piso y a él, porqué se había encariñado. Iván, lo cogió, lo puso en una caja de zapatos y lo enterró en el bosque… Llegué a la conclusión (llamadlo consuelo, si queréis), que el hámster cumplió su misión, siendo mi compañero cuando estuve sola. Una vez acompañada, su misión, había finalizado… Se sumó a Dusky, mi perrito, que murió a los 18 años, una semana después de conocer a Iván. Dusky vivía con mis padres, pero yo me había criado con él. Perder a mis dos mascotas, me dio una enorme tristeza.



Fueron pasando los meses y el día de mi santo 29 de Julio de 2011, me regaló un anillo.